En Ecuador, las economías de plataformas llegaron en 2016. Cabify fue la primera, y en 2017 Uber conductores. Mientras las aplicaciones de delivery aparecieron en 2018 con Uber Eats y Glovo. Rappi a fines de 2019. Desde su inicio, estos modelos económicos generaban una exacerbada flexibilización laboral y vulneración de derechos fundamentales como le acceso a la seguridad social, todo esto oculto tras el discurso de autonomía y emprendedurismo. Además, la mayoría de las personas que trabajan en estas aplicaciones son inmigrantes, que también deben enfrentan el racismo y xenofobia cotidianos. Es decir, existe una imbricación de opresiones que atraviesan esta actividad laboral.
Las personas repartidoras de delivery tienen una forma de obtener ingresos que está relacionada a los kilómetros recorridos; es decir, que cada kilómetro recorrido está sujeto a una tarifa fijada por la empresa. Sin embargo, desde noviembre de 2019, la situación de lxs repartidorxs comenzó a agravarse cuando se dio una significativa reducción de las tarifas que ganaban por kilómetro recorrido. Y como si no fuese poco, meses después, con la llegada de la COVID-19 y el aislamiento obligatorio, la actividad de delivery se tornó esencial en el país, posibilitando que la gente que goza de un privilegio de clase pueda cumplir con ese #QuédateEnCasa, mientras alguien le trae comida a la puerta. Con la pandemia, Glovo decidió alzar la tarifa a lxs clientes, pero no hizo lo mismo con los pagos de lxs repartidorxs. Como nos dice un compañero repartidor “mientras yo gano 0,80 centavos teniendo moto. Al cliente le cobran aproximadamente 3usd. Es decir, al cliente le cobran más y a nosotros nos pagan menos”.
Una de las demandas del paro internacional, es el incremento del 100% de la tarifa de ganancias. Sabiendo que lxs repartidorxs están en la primera línea del contagio, expuestos desde el día uno del aislamiento; poniendo en riesgo hasta su propia vida y por supuesto, la de sus familias que dependen de ellxs y esta actividad. De hecho, ya se reportó la primera muerta por COVID de un repartidor en Quito. Algo que sus compañerxs nos cuentan con mucha tristeza e indignación. “Al principio de la pandemia Glovo no nos entregaba ningún tipo de insumo de bioseguridad, luego de las movilizaciones nos entregan un kit por semana. ¡Un kit no es suficiente!”. Este kit que menciona la compañera repartidora contiene un frasco de gel antibacterial, una mascarilla y un par de guantes quirúrgicos. Implementos que le duran un día, pero la plataforma le proporciona una vez a la semana. Es decir, para protegerse del contagio, son lxs repartidorxs que tienen que gestionar sus propios insumos, mientras quienes administran las plataformas se quedan cómodos y seguros en casa, en otros países inclusive, esperando sus ganancias.
Transcurre el tiempo y van llegando más repartidorxs a la protesta. Pegan carteles en sus mochilas y motos, nos cuentan sus demandas y se preparan para salir en caravana. Un recorrido hacia el Ministerio del Trabajo como acto simbólico para demandar al gobierno que se encargué de regularizar las plataformas y reconocerles como trabajadorxs con derechos laborales. Exigen seguridad social, salario, pago de décimos y utilidades, ya que, como nos dice un repartidor: “Glovo está haciendo más dinero desde la pandemia y factura utilidades cada año que no son repartidas con lxs trabajadores”. Luego la caravana continúa hacia las oficinas de Rappi, porque esta lucha es de lxs repartidorxs de todas las plataformas; todas precarizan.
Otra de las demandas es la reapertura de las cuentas bloqueadas a lxs compañerxs. Las aplicaciones bloquean cuentas todos los días, y lxs repartidorxs denuncian que lo hace como represalia a las personas que reclaman y se organizan. Esto demuestra la falsa autonomía y libertad que alegan estas multinacionales. Otro de los temas que denuncian son los accidentes constantes en las calles, las plataformas no les afilian al IESS y en caso de accidentes el seguro que estas plataformas ofrecen son insuficientes para cubrir los daños de sus motocicletas o bicicletas, ni mucho menos para gastos médicos. Un compañero evidencia como las economías de plataforma ponen en el centro el capital, más no la vida de lxs trabajadorxs “cuando reportas un accidente, lo primero que te pregunta soporte es ¿cómo está el pedido? No les interesa como estamos nosotros”.
Llegado el medio día, la caravana termina, pero la lucha continua y continuará hasta que lxs compañerxs trabajadorxs de plataformas sean reconocidos como trabajadorxs bajo la legislación nacional. Sin embargo, algo que resulta interesante es la comonalidad de estas protestas de trabajadorxs de plataformas que tienen eco en otras partes del mundo y la región, señalando que las vulneraciones del capital sobre la vida trascienden fronteras. En diferentes países de Latinoamérica, lxs repartidorxs se están organizando. También se incrementan los diálogos transnacionales y las acciones conjuntas. En Ecuador, lxs repartidorxs entregaron el día de hoy cartas al Ministerio de Trabajo y a la Gerencia de Glovo solicitando una mesa de diálogo para analizar las medidas de seguridad laboral en el marco de la pandemia. Ya cuentan con asesoría legal y articulan acciones por todos los frentes porque “también somos seres humanos, detrás de cada pedido hay una historia, una vida y merecemos dignidad”.
* Activista e investigadora feminista. Es parte del Observatorio de Plataformas y del Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres y Organizaciones Feministas.