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¿Sabías que hubo huelgas de trabajadores inquilinos?

El alza de los alquileres y los miles de desahucios son un grave problema para los trabajadores. Los nuevos sindicatos de inquilinos y un poco de historia.

Guillermo Ferrari

Viernes 2 de junio de 2017
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“Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue” Estas palabras fueron escritas hace más de 150 años por Marx y se pueden utilizar sin cambios para hablar de la situación de los trabajadores ante la vivienda.

La realidad que pesa sobre la clase trabajadora y los estratos empobrecidos de las clases medias es durísima. En ciudades como Barcelona o Madrid un alquiler de un piso no baja de 600€ y la media supera los 800. Por ello la otra opción para seguir dentro de la ciudad es alquilar una habitación conviviendo con extraños y hacinados. Y ya se paga alrededor de 400€. También se baraja vivir en ciudades vecinas a 50km de distancia, combinando el gasto en transporte público o coche.

Hay familias de trabajadores en una situación tal que no pueden siquiera pagar un alquiler (menos aún una hipoteca). Y lo que hacen es ocupar algún inmueble vacío y ver si pueden conseguir tener los servicios básicos. En no pocos casos se les corta la luz, el agua o el gas por impago. El problema es que trabajan con sueldos bajísimos o alternan paro y trabajo por poco tiempo.

Luchas de inquilinos

En Barcelona se creó recientemente un sindicato de inquilinos para combatir las graves injusticias que los grandes propietarios de inmuebles ejecutan sobre los inquilinos. El día de su fundación hicieron referencia a la gran huelga de inquilinos de 1931 dando a entender el carácter combativo de la nueva organización.

Desde finales del S XIX, los trabajadores españoles venían prestando atención a los graves problemas de vivienda que sufrían. En el Congreso de Valencia de la Federación de Trabajadores de la Región Española de 1883 ya advertían del problema y animaban a realizar huelgas de inquilinos. En Barcelona se creó la Sociedad de Inquilinos La Unión.

A principios del S XX se desarrolló una importante lucha de inquilinos. Fue en Baracaldo, en mayo de 1905. El subarrendamiento, el hacinamiento y las condiciones de insalubridad eran el pan de cada día en los barrios más pobres. Fue allí que se decidió convocar al no pago de alquileres. Los jueces comenzaron a librar órdenes de desahucios y el 22 de mayo cuando fueron a ejecutar el primero se encontraron con miles de mujeres que impidieron el desalojo.

Eso fue el inicio, en el caso de los desalojos no parados, los vecinos ocupaban las calles con todas sus pertenencias, también bloqueaban el inmueble como si fueran barricadas. Fue así que Baracaldo se convirtió en un gran campamento. Además, los Astilleros de Nervión, Altos Hornos, varias fábricas y tipógrafos se declararon en huelga. Se levantaron piquetes para impedir el acceso de los funcionarios al domicilio, incluso se bloquearon los ferrocarriles.

El día 23, a las 13 horas, se declaraba el «estado de guerra», la autoridad civil resignaba el mando en la militar y se publicaba el bando que conminaba con proceder «sumariamente contra los que atentasen a la fuerza pública». Acudieron a la zona los regimientos de Cuenca y Garellano. Pese a la presencia militar, la huelga, la acción de los piquetes y el bloqueo del transporte prosiguieron un par de días.

La Huelga de Barcelona, 1931

Otro hito fundamental en la lucha por las condiciones vida de la clase trabajadora fue la huelga de inquilinos organizada por la CNT en la capital catalana de 1931. Los años previos fueron caracterizados por un fuerte crecimiento de la construcción, muy vinculada a la Exposición Universal de 1929. Lo cual provocó una rápida afluencia de trabajadores. Cuando acabó la Exposición y luego del crack de Nueva York y la devaluación de la peseta, la actividad se frenó en seco.

Barcelona que había duplicado su población en pocos años, de pronto tuvo una buena parte de trabajadores de la construcción en paro (no sé si esto os suena). Muchas familias obreras no podían pagar todos sus gastos. La CNT inició una campaña con el eslogan “¡Come bien y si no tienes dinero, no pagues el alquiler!”. A partir de ahí se inició la huelga de inquilinos que no pagó los alquileres.

El Comité de Defensa Económica lo dirigía. Se había creado a partir del sindicato de la Construcción. Algo que no es casual, puesto que la mayoría de sus afiliados habían quedado en el paro. Muchos obreros que habían inmigrado del Levante y de Murcia vivían hacinados en una misma vivienda en condiciones deplorables. En poco tiempo, miles y miles de inquilinos dejaron de pagar el alquiler.

Realizaron todo tipo de protestas contra los propietarios y las autoridades que les defendían. Desde manifestaciones en las casas de los caseros hasta ocupaciones de los hogares desahuciados. Habían creado una extensa red de solidaridad para que nadie quede en las calles.

La Segunda República tuvo que hacer frente a éste extenso movimiento de las familias obreras en peores condiciones económicas y sociales. En la Constitución decía ser “una república de trabajadores de todas las clases”, pero defendieron a los caseros, contra los trabajadores. Utilizaron todo su arsenal, sobre todo la Ley de la defensa de la República y la Guardia de Asalto, la policía paramilitar, etc. para desarticular el movimiento de los inquilinos. Así, después de encarcelar a los activistas más visibles de la huelga como presos gubernativos, las autoridades llegaron a considerar la CDE como una asociación “criminal”.

Una solución para los trabajadores

Como anticipó Engels en su famoso escrito “Contribución al problema de la Vivienda: “Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar en seguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera «penuria de la vivienda».” Con lo ya construido se puede hacer frente, con un reparto justo, al grave problema de la vivienda.

Sin embargo, como decía éste gran revolucionario, “Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el proletariado conquiste el poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, será de tan fácil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual.”

Pero para administrar todos los techos disponibles de manera tal que nadie quede en la calle, hay que cambiar a quien “reparte”. Hay que echar a los capitalistas de sus posiciones dirigentes, y los trabajadores junto a los sectores golpeados por la crisis deben ponerse a la cabeza de la sociedad, a través de un Gobierno de los trabajadores. Sólo de ésta manera podremos dar una solución eficaz y duradera al problema de la vivienda y de las condiciones sociales y económicas que afectan a las clases subalternas.


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Guillermo Ferrari

Barcelona | @LLegui1968

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